Mientras en toda España los grupos salidos de la movida madrileña habían conquistado las listas de éxitos y las radios se saturaban con la multitud de artistas de new wave que surgían continuamente, en el País Vasco y Navarra se estaba produciendo lo que para muchos historiadores de la música popular era la verdadera revolución musical de los años 80.

Mientras los grupos de la movida hacían música inofensiva en unión fraternal con los políticos de la transición que les apoyaban con sus subvenciones, en el País Vasco y Navarra la situación política y social dibujaba una sociedad menos amable que en el resto del Estado. No es de extrañar que en ese entorno surgieran grupos con otro tipo de inquietudes, herederos espirituales del primer punk, rebeldes y reivindicativos.

No se trataba de grupos independentistas, como se vendía a menudo tanto en Euskadi como en el resto del estado, sino de músicos críticos con el sistema establecido y comprometidos con causas sociales entre las que había tanto independentistas como antisistema, tanto descontentos con la situación sociopolítica como denunciantes ante la injusticia en los países en desarrollo, tanto músicos en castellano como en euskera. Lógicamente su mensaje no estaba bien visto por los gobernantes, así que sus grabaciones se hicieron en pequeñas compañías discográficas y su circuito de conciertos se limitaba al entorno dada su falta de promoción en el estado. Aún así consiguieron una popularidad nacional e internacional que nadie podía esperar, considerando los reducidos medios con los que contaba el movimiento, y grupos como Extremoduro o Reincidentes son herederos directos del espíritu del RRV.

El rock radical vasco

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